Hoy hay una persona menos en mi agenda telefónica. No es la primera vez que ha sido borrado, pero sí la última. Cuántas veces me he dado cuenta de que tenía que eliminar a gente tóxica de mi vida y cuántas veces he vuelto a recaer. Sin embargo, a cada recaída era más fácil llegar a la misma conclusión: no necesito tanto drama en mi vida.
Por eso hoy, cierro una puerta y no vuelvo a mirar atrás. Con los cambios vienen nuevas rutinas y mi nueva rutina es prescindir de la gente que me aporta en su gran mayoría, malos tragos. Además, en esta vida todo tiene un principio y un final, y éste no está siempre determinado por la muerte. Nosotros, en nuestro periodo de existencia, tenemos el poder de escribir nuestra propia historia... a pesar de que a veces sea lo más aburrido, es lo mejor para sobrevivir más tiempo.
El mío es un caso de masoquismo severo que, con el paso de los años, he ido aprendiendo a controlar. Y aunque no haya perfeccionado la técnica, he consguido no tener la necesidad de escribir en este blog cada 2 días. No he tenido ataques de vacío existencial con tanta frecuencia y sobre todo, me he sentido feliz durante un periodo de tiempo muy prolongado. Esto de la paz interior me sienta muy bien y es un complemento que no me apetece nada quitarme.
He descubierto que eliminando a gente superflua de mi vida, gente que no me aportaba nada o que incluso solo me hacía mal, he llegado a un estado de satisfacción personal al que hacía tiempo que no llegaba. Durante mucho tiempo he pensado que si no tenía un drama en mi vida, estaba echando a perder mi tiempo. Es decir, cuando una persona me preguntaba "¿qué tal?" encontraba tremendamente mediocre el contestar con un simple "bien" o "muy bien". Creo que esto no es ni de lejos sano. Por eso he decidido curarme de ese melodrama novelístico al que anhelaba que llegase mi vida. Ahora he bajado al mundo de los mortales y tengo que deciros una cosa... Se está bien, muy bien.