Balance… Suena serio escribirlo así, pero eso me pedía el cuerpo. Hacer un balance de este año y este verano. Este año en vez de llegar a casa y tumbarme en la cama desganada tras volver de la playa, cambié. Nada más entrar en mi habitación, ésta me pedía a gritos un cambio urgente. Antes de deshacer la maleta me metí a fondo con el armario y tiré dos bolsas de ropa. Cuántas cosas acumulando polvo y sin usar. Y me dije a mi misma “basta, hasta aquí hemos llegado”. Con los zapatos, más de lo mismo. Y alguna cosilla se me quedó en el tintero, pero el cansancio y la noche me vencieron y no pude seguir. Siento dentro algo parecido a lo que he tratado de plasmar en mi entorno, en mi espacio más íntimo que son mis cosas. Siento ganas de renovarme, de crecer. Quiero despojarme de todo desorden e inmadurez y conservar únicamente aquello que me haga feliz y que me ayude a cambiar para bien. He tenido un año de dolor, de dudas, de buenos ratos, de vaguería y de no saber qué hacer con mi vida. Chicos, amigos, estudios, pérdidas, recuerdos de dolor pasado, discusiones, ilusiones frustradas, sueños y pájaros en la cabeza. Me levantaba cada día para ir a clase a veces sin ganas ni ilusión. Pero eso va a cambiar. Quiero demostrar que sí me gusta lo que hago, que soy feliz, que lo hago bien y que PUEDO, sí. Aunque antes haya actuado de otra manera. Me invade un sentimiento nuevo que no sabría explicar. Me siento fuerte, independiente, segura. Quiero quitarme los lastres pendientes de este año y empezar con más ganas que nunca. Estudiar, trabajar, pasarlo bien, viajar, conocerme a mi misma un poco más. Y desechar todos esos pensamientos que de vez en cuando me nublan el alma. Voy a ser feliz porque voy a trabajar por ello, porque nadie va a impedírmelo y porque de verdad lo deseo. Y cuando algo se desea con fuerza…siempre se cumple.
Aletheia