Tras unos días de cabreo aparentemente sin fundamento he conseguido calmame y sentarme a escribir. Es curioso como, cuando pasa el tiempo, todo adquiere ese tinte de irreal, de sueño. Retomar el contacto con el pasado ya no tiene tanto sentido como antes.
Me encuentro una vez más escribiendo sobre mi amiga nostalgia en la penumbra. Con la ventana abierta de par en par esperando a una pequeña brisa que me quite el sofocón que ahora sufro. Porque con el calor vienen las vacaciones y con ellas, tiempo para pensar. ¡Vaya hombre! Entro en una paradoja. No me gusta perder el tiempo, pero cuando me sobra tampoco me gusta porque pienso y repienso hasta la saciedad. Es quizás por eso por lo que estos días he estado tan ocupada, incluso estresada me atrevería a decir. O puede que, precisamente porque no he tenido tiempo me he enfadado. No tengo ni p*** idea. Ese es el problema, que al final parece que no sé qué es lo que quiero. O eso, o que me complico a propóstio para ponerme las cosas difíciles... y va más allá de que a mí me gusten los retos. Como siempre he dicho rozo el masoquismo sentimental/intelectual.
Me cuesta admitir que hay cosas que nunca desaparecerán, que ni el tiempo es capaz de borrar. Y en consecuencia, nunca podré dejar de pensar en ellas cada vez que escriba sobre lo que siento o escuche según qué canción.
La verdad es que soy consciente de que este texto carece de fondo y de tema concreto. Pero es que últimamente no tengo la cabeza donde la debería tener. Poco a poco supongo.
A ser felices.
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