sábado, 31 de octubre de 2009

Buscaba, busco, buscaré...



Miré hacia arriba y no lo vi. Miré a lo lejos y no apareció. A los lados también, pero no estaba. Lo busqué con fuerza un tiempo y después me cansé. A veces se quedaba un ratito y me miraba a los ojos. Entonces trataba de abrazarlo con todas mis fuerzas y él volaba por mi ventana abierta. Hubo días en que solo lo miraba, por si me decía algo. Pero sus labios estaban sellados y al rato se iba de nuevo, dejándome como estaba. Otras veces me hablaba bajito pero yo apenas alcanzaba a entender sus murmullos y escuchaba lo que quería. Incluso una vez, hace ya tiempo, me pidió que lo siguiera. Y así lo hice durante un rato. Pero cuando andaba un poco más rápido y empezaba a perder de vista su luz, yo me daba la vuelta y regresaba perezosa y cansada, sin ganas de seguir. Y se fue alejando poco a poco hasta que olvidé cómo era su rostro y solo tenía en mi cabeza la imagen maquillada y adulterada de lo que un día fue para mí. Pero el maquillaje se lo puse yo, pensando que así conseguiría verlo una vez más. ¡Maldita ingenua de mí! Lo único que logré fue incendiar un mundo fértil y nuevo, dejándolo yermo y sin vida a la espera de lluvias y sol para reparar el desastre causado. Lo que al principio fue lluvia fresca de primavera se transformó sin querer en el más abrasador y doloroso de los fuegos. Y lo único que quiero es llover de nuevo para apagarlo, pero no soy capaz. Pueden conmigo las ganas de encontrarlo, dondequiera que esté. Es más fuerte mi anhelo de contemplar otro instante más sus perfectos rasgos, de escuchar alta y clara su perfecta voz y seguirle hasta el fin de mis días. Lo siento. Escapó por mi ventana de noche y no alcancé a detenerlo antes de que fuera demasiado tarde. Y ahora es inútil. Se me fue, y lo único que me hará feliz será tenerlo de nuevo a mi lado. Lo siento.

Aletheia


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