sábado, 10 de abril de 2010

El amor valiente (I)

3, 2, 1… Vacío.

Pero empecemos por el principio. Empecemos contando lo que nadie puede contar. Porque sólo yo lo sentí, porque fui yo quien lo vivió. Siempre había visto historias intensas en las películas, sin pensar que me podría ocurrir a mí. Amores que arrasan con todo. Una persona, sólo una hecha para ti, y tienes la suerte de que esté en tu mismo país, en tu misma ciudad.

Muchos se pasan la vida lamentándose por saber que ha de existir una pareja más adecuada. Alguien que compense sus errores, que mejore sus dones. Sin embargo, tendemos a conformarnos con lo primero que encontramos, por miedo a la soledad. Por miedo a tener 40 años y que te llamen solterón. Nunca entenderé el afán de encontrar a tu media naranja. Simplemente puede que hayas tenido mala suerte, igual viva en otra ciudad. Igual estés destinado a conocerla en tu lecho de muerte, o a lo mejor no. Sinceramente, no creo en la predestinación.

El destino que me deparaba por aquel entonces no podría haberse escrito nunca. Porque algo así no se puede escribir. Y como ya he dicho antes, comenzaré, como no, por el principio.

Como todos los viernes por la noche, iba a trabajar a “La cueva”. Allí tocaba el piano, simplemente lo que me apeteciese, lo que saliese. Siempre acompañado de Grant, el cantante que tenía una voz sorprendente. Un escocés que acabó en Madrid por error. O eso decía el siempre. Supongo que no quería contar su verdadera historia, todos tenemos derecho a no revelar nuestro pasado.

En fin, tocábamos clásicos y no clásicos, por supuesto atendíamos peticiones del público más asiduo. Nunca en el trabajo me fijaba en ninguna chica. De hecho, no me había fijado en ninguna desde hacía más de 10 años.

Pero esa noche sería distinto. Una mano de forma delicada me tocó en el hombro. Me di la vuelta y… voilá. Ahí estaba ella, con sus ojos verdes que tanto contrastaban con su pelo, negro azabache. Sus palabras fueron, -hola, me gustaría saber si podrías tocar “el amor valiente” de Deluxe, por favor, esque es la canción favorita de mi novio – mientras señalaba a una mesa en una esquina donde había un chico que estereotipaba al movimiento indie madrileño.

Lara, que es como se llamaba (cosa que sabría bastante después), tuvo suerte de que Grant y yo fuésemos simpatizantes de Deluxe). Y comenzamos a tocar:

Antes de proseguir debo contarte algo,
algo que sucedió y duele a cada paso
de cada pequeño peldaño,
de esta vida de escalones cada vez más altos.

Aquella noche tan larga
te divisé al final de la calle.
Yo quería salir corriendo,
pero no fue el amor tan cobarde.


¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Estabas allí en lo alto,
al final de una enorme cuesta,
con la mano tendida
y colgando un pañuelo blanco.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Fui subiendo poco a poco,
como en el peor de mis sueños.
Sentía plomo en los zapatos
y cemento en mis pies cansados.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Como entre arenas movedizas,
seguí y seguí avanzando,
seguí y seguí avanzando,
sin ver que desde la ventana
alguien me estaba apuntando.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Otra vez volví a creer, aunque fuera por un día,
cuando aquel ángel cicatrizó todas mis heridas
y me cubrió con sus alas
hasta que cesó el ruido de las balas.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Pero fue la última parte,
la parte más difícil.
Esta vez fue mi propio miedo,
fue mi propio miedo que casi me deja ciego.

Ahora entiendo el sentido de las cosas,
el equilibrio de la balanza,
el polvo de las estrellas,
las rocas que ahora son arena.

Ahora entiendo que cada espina
y que cada pequeño arañazo,
cada cuchillo por la espalda,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota.

La verdad es que es de ese tipo de canciones que, cuando las lees, te crees leyendo verdadera poesía. O al menos eso pienso yo. 10 minutos más tarde recibimos dos copas de vino blanco. Pregunté a que se debía, y me dijeron que la chica de la esquina nos quería agradecer el haber tocado su tema favorito. Ahí fue cuando mi vida se volvió un poco más complicada.

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