sábado, 24 de abril de 2010

Y los sueños, sueños son...

Voy andando por la calle atestada de gente. Voy despreocupada. Miro los edificios altísimos que me rodean y escucho inconscientemente las conversaciones que se van desarrollando a mis cuatro costados cuyo espacio vital se reduce a unos centímetros. Y casi sin pensarlo ocurre. Unos segundos después me elevo ante el asombro de los peatones (y el mío propio). Mientras voy ascendiendo ellos casi parecen hormiguitas y yo rozo con las yemas de mis dedos la cumbre de esas gigantes montañas de ciudad con forma de rascacielos. El aire es fresco, el sol brilla en todo su esplendor, el cielo luce un azul impecable: un día perfecto para volar. Voy dejando atrás el paisaje urbano para adentrarme en territorio natural. Los árboles danzan mecidos por el viento, los pájaros de todas las clases me hacen compañía en mi vuelo, los ciervos me saludan al pasar agitando sus enormes cornamentas y las liebres detienen su apresurada carrera para contemplar mi sombra proyectada en el suelo. Y de repente abro los ojos y vuelvo de nuevo a esta silla, esta mesa y este libro. No me importa. Soy de las que no se rinden y aún sueñan con cosas imposibles o difíciles de lograr. ¿Y qué si aún sueño que es posible volar y jugar al escondite entre las nubes? Tendré la cabeza llena de pájaros, pero soy feliz soñando en grande. “Porque la vida es sueño y los sueños, sueños son”.

Aletheia

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