martes, 14 de febrero de 2012

Y después de París.


Escribo con náuseas. Pero no es por nada en especial, es que estoy enferma. Aún así escribo, porque de no ser así, exploto. París ha sido, genial (que no maravilloso). Lo he pasado muy bien, he conocido gente y he paseado por una ciudad preciosa. ¿Pegas? Varias, aunque ninguna relacionada con los Parisinos.
Justo cuando piensas que ya estás bien, hay algo que te recuerda que no, que en realidad era todo una ilusión y que en el fondo, nunca estarás bien del todo. Porque el significado de olvidar es tan real como cualquier utopía. Y porque a una determinada edad ya no se puede aprender a hacer cosas tan básicas como "no vivir con alguien" o lo que es lo mismo "aprender a vivir sin determinada persona". 
Da igual a dónde vaya, da igual qué haga. Estará ahí y no voy a conseguir sacarlo de mi cabeza. Aunque sería una lástima que a mis 21 años ya estuviese atada a ese tipo de condena.
Es posible que hoy esté pesimista, pues el rechazo no le sienta bien a nadie. Sin embargo, cada día que pienso en lo que no debo, me doy cuenta de que soy más tonta, menos fuerte. En realidad soy un pobre ser humano incapaz de seguir adelante sin dejar detrás de sí ilusiones, que es lo que son, ni si quiera son hechos, son como ya he dicho alguna vez, futuribles.
Hoy es de esos días en los que hubiera sido mejor no levantarse de la cama.

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