La leyenda de un cualquiera fue medida en graduación de alcohol. El señor encrucijado decía que nunca se sabría de él, pues nunca supo él de nadie, mas que de su botella de ron. Loco le decían, por sus habladurías de tesoros y piratería. Un parche en el ojo llevaba, mas todos pensaban que era un disfraz. Un disfraz que difícilmente ocultaba su dolor, su soledad.
¿Y no somos nosotros, más bien, como el encrucijado que escondemos nuestros miedos por debajo de la piel? Me atrevería a decir que sí, que como él, todos igual. Es la moda que nunca pasará, esconderse tras uno mismo, o más bien, esconderse uno mismo detrás de su yo externo. De la forma que le ha dado a su disfraz. El encrucijado pirata, la puta de dama, el pobre de rico... Falsedades que cubren el mundo como el velo de una viuda que se pone por su difunto.
¿Y no somos nosotros, más bien, como el encrucijado que escondemos nuestros miedos por debajo de la piel? Me atrevería a decir que sí, que como él, todos igual. Es la moda que nunca pasará, esconderse tras uno mismo, o más bien, esconderse uno mismo detrás de su yo externo. De la forma que le ha dado a su disfraz. El encrucijado pirata, la puta de dama, el pobre de rico... Falsedades que cubren el mundo como el velo de una viuda que se pone por su difunto.