Fueron pasando los días y Lara no volvió a aparecer. Lo que en principio fue tan intenso, se fue desvaneciendo poco a poco, aunque no sin dejar rastro. Los sentimientos que Lara me evocó me recordaron a mi primer y único amor que tuve en la universidad. A pesar de que acabé como músico en un pequeño tugurio, yo siempre fui un buen estudiante. De familia de letras, siempre me interesaron las ciencias. De hecho me matriculé en Medicina donde agunaté nada menos que 3 años. Sin embargo, durante mi tercer y último año allí comprendí que yo no estaba hecho para aquello. Que mi misión era conocer mundo y vivir de lo que más me importaba, la música.
Un mes y pico después de conocer a Lara salí a pasear. Decidí caminar hacia la Plaza de Oriente, donde me gusta comprarme un bocata de jamón serrano y una cerveza para sentarme y ver el atardecer. Siempre he pensado que me gustaría hacerlo acompañado, pero nunca se ha dado la ocasión, o más bien, nunca he tenido la compañía adecuada. Estuve ahí sentado al menos un par de horas, observando a la gente pasar. Jóvenes, ancianos, asiáticos, africanos… De todo un poco. Siempre he sido fan de observar a la gente al pasar e intentar averiguar qué clase de vida tienen. De repente pasó una joven con un vestido azul marino y unas gafas de sol muy parecidas a las que llevaba Audrey Hepburn. Morena y pálida, delgada. Sin duda era ella… por fin volvía a verla.
Antes de darme cuenta ya la estaba llamando “¡Lara!”. Ella en seguida se giró hacia donde yo estaba y con suma elegancia se bajó las gafas de sol hasta la punta de la nariz para ver con más nitidez quién la llamaba. Pude ver como sus ojos verdes se asomaban, brillando como esmeraldas bajo la luz del sol. Esbozó una tímida sonrisa y se acercó. –Hola Leo, ¿qué haces aquí solo? – Vaya, veo que recuerdas mi nombre. –Claro, tu nombre me gusta mucho, es original. – Gracias. Pues mira tengo la costumbre de venir aquí de vez en cuando y tomarme un bocadillo y una cerveza. Y tú, ¿Qué haces por aquí? – Pues nada, he ido a comprarme un vestido nuevo para una fiesta de cumpleaños de una amiga, pero no he tenido mucho éxito.- Entonces, sin pensármelo mucho le dije: - Si quieres te ayudo. Ella se enrojeció en seguida y me dijo que ya estaba cansada pero que no le importaría tomarse una cerveza conmigo.
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