Cuidense y suerte a los que tengan examenes por estas fechas y que como yo sufren viendo el buen tiempo a través de los ventanales de la biblioteca. Muac.
jueves, 20 de mayo de 2010
Un poco de autobiografia.
Cuidense y suerte a los que tengan examenes por estas fechas y que como yo sufren viendo el buen tiempo a través de los ventanales de la biblioteca. Muac.
viernes, 14 de mayo de 2010
domingo, 2 de mayo de 2010
El amor valiente (II)
No tuve que esperar mucho hasta tener mi oportunidad. El chico se levantó excusándose y se fue al baño. Sin perder ni un segundo me lancé hacia donde estaba ella que, desde que me levanté de mi silla para acercarme, no me quitó el ojo de encima. Al llegar, sin darme tiempo a decir nada ella dijo: - Era un agradecimiento, sería redundante agaradecer un agradecimiento, ¿no crees? - Supongo. Contesté. Pasaron dos segundos de silencio que para mí fueron dos siglos y entonces le dije, - Me llamo Leo. Ella me tendió la mano - Yo Lara, encantada. Al estrechar las manos pude apreciar la palidez y delicadeza de su piel. Era suave y tenía los dedos fríos, quizás de sujetar el vaso con hielo.
Entonces, por el rabillo del ojo vi que su novio volvía del baño, asi que le dije - Bueno, encantado de conocerte Lara. Espero verte más veces por aquí. - Claro, siempre que atendáis a mis peticiones. Dijo mientras esbozó una sonrisa. Sin más di media vuelta y me fui. Grant que estaba extrañado de que me hubiese levantado tan repentinamente estuvo atento a la escena y, según me acercaba a él me dijo - Man, no había visto esa mirada en tus ojos nunca. I bet you like that girl, huh? - Calla pelirrojo. Le contesté.
Seguimos tocando temas, fumando y bebiendo. Nos gustaba cuidarnos. Pasó una hora y Lara y su novio se marcharon. Entonces la angustia se apoderó de mi cuerpo. ¿Volvería a verla?
sábado, 24 de abril de 2010
Y los sueños, sueños son...
Voy andando por la calle atestada de gente. Voy despreocupada. Miro los edificios altísimos que me rodean y escucho inconscientemente las conversaciones que se van desarrollando a mis cuatro costados cuyo espacio vital se reduce a unos centímetros. Y casi sin pensarlo ocurre. Unos segundos después me elevo ante el asombro de los peatones (y el mío propio). Mientras voy ascendiendo ellos casi parecen hormiguitas y yo rozo con las yemas de mis dedos la cumbre de esas gigantes montañas de ciudad con forma de rascacielos. El aire es fresco, el sol brilla en todo su esplendor, el cielo luce un azul impecable: un día perfecto para volar. Voy dejando atrás el paisaje urbano para adentrarme en territorio natural. Los árboles danzan mecidos por el viento, los pájaros de todas las clases me hacen compañía en mi vuelo, los ciervos me saludan al pasar agitando sus enormes cornamentas y las liebres detienen su apresurada carrera para contemplar mi sombra proyectada en el suelo. Y de repente abro los ojos y vuelvo de nuevo a esta silla, esta mesa y este libro. No me importa. Soy de las que no se rinden y aún sueñan con cosas imposibles o difíciles de lograr. ¿Y qué si aún sueño que es posible volar y jugar al escondite entre las nubes? Tendré la cabeza llena de pájaros, pero soy feliz soñando en grande. “Porque la vida es sueño y los sueños, sueños son”.
Aletheia
sábado, 10 de abril de 2010
El amor valiente (I)
3, 2, 1… Vacío.
Pero empecemos por el principio. Empecemos contando lo que nadie puede contar. Porque sólo yo lo sentí, porque fui yo quien lo vivió. Siempre había visto historias intensas en las películas, sin pensar que me podría ocurrir a mí. Amores que arrasan con todo. Una persona, sólo una hecha para ti, y tienes la suerte de que esté en tu mismo país, en tu misma ciudad.
Muchos se pasan la vida lamentándose por saber que ha de existir una pareja más adecuada. Alguien que compense sus errores, que mejore sus dones. Sin embargo, tendemos a conformarnos con lo primero que encontramos, por miedo a la soledad. Por miedo a tener 40 años y que te llamen solterón. Nunca entenderé el afán de encontrar a tu media naranja. Simplemente puede que hayas tenido mala suerte, igual viva en otra ciudad. Igual estés destinado a conocerla en tu lecho de muerte, o a lo mejor no. Sinceramente, no creo en la predestinación.
El destino que me deparaba por aquel entonces no podría haberse escrito nunca. Porque algo así no se puede escribir. Y como ya he dicho antes, comenzaré, como no, por el principio.
Como todos los viernes por la noche, iba a trabajar a “La cueva”. Allí tocaba el piano, simplemente lo que me apeteciese, lo que saliese. Siempre acompañado de Grant, el cantante que tenía una voz sorprendente. Un escocés que acabó en Madrid por error. O eso decía el siempre. Supongo que no quería contar su verdadera historia, todos tenemos derecho a no revelar nuestro pasado.
En fin, tocábamos clásicos y no clásicos, por supuesto atendíamos peticiones del público más asiduo. Nunca en el trabajo me fijaba en ninguna chica. De hecho, no me había fijado en ninguna desde hacía más de 10 años.
Pero esa noche sería distinto. Una mano de forma delicada me tocó en el hombro. Me di la vuelta y… voilá. Ahí estaba ella, con sus ojos verdes que tanto contrastaban con su pelo, negro azabache. Sus palabras fueron, -hola, me gustaría saber si podrías tocar “el amor valiente” de Deluxe, por favor, esque es la canción favorita de mi novio – mientras señalaba a una mesa en una esquina donde había un chico que estereotipaba al movimiento indie madrileño.
Lara, que es como se llamaba (cosa que sabría bastante después), tuvo suerte de que Grant y yo fuésemos simpatizantes de Deluxe). Y comenzamos a tocar:
Antes de proseguir debo contarte algo,
algo que sucedió y duele a cada paso
de cada pequeño peldaño,
de esta vida de escalones cada vez más altos.
Aquella noche tan larga
te divisé al final de la calle.
Yo quería salir corriendo,
pero no fue el amor tan cobarde.
¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.
Estabas allí en lo alto,
al final de una enorme cuesta,
con la mano tendida
y colgando un pañuelo blanco.
¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.
Fui subiendo poco a poco,
como en el peor de mis sueños.
Sentía plomo en los zapatos
y cemento en mis pies cansados.
¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.
Como entre arenas movedizas,
seguí y seguí avanzando,
seguí y seguí avanzando,
sin ver que desde la ventana
alguien me estaba apuntando.
¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.
Otra vez volví a creer, aunque fuera por un día,
cuando aquel ángel cicatrizó todas mis heridas
y me cubrió con sus alas
hasta que cesó el ruido de las balas.
¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.
Pero fue la última parte,
la parte más difícil.
Esta vez fue mi propio miedo,
fue mi propio miedo que casi me deja ciego.
Ahora entiendo el sentido de las cosas,
el equilibrio de la balanza,
el polvo de las estrellas,
las rocas que ahora son arena.
Ahora entiendo que cada espina
y que cada pequeño arañazo,
cada cuchillo por la espalda,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota.
La verdad es que es de ese tipo de canciones que, cuando las lees, te crees leyendo verdadera poesía. O al menos eso pienso yo. 10 minutos más tarde recibimos dos copas de vino blanco. Pregunté a que se debía, y me dijeron que la chica de la esquina nos quería agradecer el haber tocado su tema favorito. Ahí fue cuando mi vida se volvió un poco más complicada.