domingo, 22 de febrero de 2009

Divagaciones en la estación

Oh no, he vuelto a perder el tren. Otra vez no, me voy a morir de frío mientras el reloj pasa. Voy a llegar tarde otra vez. Quizás no merezca la pena ni que me suba al próximo tren, quizás sea mejor ir a dar un paseo tranquilamente y volver a casa.
Si he perdido el tren es por algo. Bien sea porque soy una lenta, por el tráfico, o porque estaba predestinada a perder el tren y, entonces, a dar un paseo para conocer a alguien o para ver algo que estaba diseñado para mí. La decisión la tomo yo: rutina o paseo. Ambos pueden ser igual de emocionantes, ambos pueden ser igual de aburridos, pero nunca lo sabré si no elijo.
Las decisiones construyen nuestra vida, o nuestra vida está construida sobre unos cimientos que son las decisiones, como os guste más. El caso es, que si hubiesemos tomado una de las decisiones de otra manera quizás nuestra vida ahora sería completamente distinta. Mandar ese mensaje, llamar a esa otra persona, dar media vuelta, coger el autobús en vez del tren... Todas esas cosas que parecen insignificantes, pero que no lo son.
Me quedan 8 minutos para decidirme. No sé qué hacer. Sé que si tomo la decisión equivocada me arrepentiré hasta mañana. Desde luego promete más el paseo, pero... quizás hoy en clase pase algo emocionante, a veces pasan ese tipo de cosas. A veces la rutina se ve obligada a variar un poco. Entonces qué, cojo el siguiente tren, sí, está casi decidido, por eso y porque entra dentro de mis obligaciones, aunque últimamente éstas no hayan significado mucho para mí.
Tendré que ir, con ganas o sin ganas, es lo que se supone que tengo que hacer. El deber, o como se quiera llamar, no es algo que se deba eludir muy a menudo, es lo que tiene la vida, cosas que gustan y cosas que no. Dejaré el paseo para mañana, o quizás para el domingo. Sí, el domingo será un buen día para pasear, aunque entonces sí que es probable que nada emocionante me pase. Estoy esperando ver cosas que nunca haya visto, conocer gente que nunca imaginé conocer, pero lo que está claro es que, divagando sobre estas banalidades no lo voy a conseguir. Quizás deba dejarme llevar por el curso de mi vida y ver a donde me lleva y no intentar desviarla con decisiones que yo creo que pueden modificarla. Mi vida es como es, y tengo que vivirla, los cambios radicales no existen. Por lo menos no en lo referente a lo espiritual de la persona. El aspecto puede cambiar, las costumbres, el lugar... pero siempre es la misma persona.
Está decidido, voy a dejarme llevar.

Lalalie.

2 comentarios:

  1. Me encanta como escribis, podrias ser una buen periodista. No se porque pero me hiciste acordar a cortazar

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  2. muy bueno...a veces las decisiones más pequeñas son las que cambian el rumbo de nuestras vidas sin que apenas nos demos cuenta...

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