Ahí va andando un hombre gris. Tan gris como la ceniza del cigarro que porta entre sus labios y tan gris como su existencia. Marcha andando despacio por las calles de la cuidad. Toma el mismo autobús gris que le conduce como cada fatídico día a un trabajo rutinario, aburrido, monótono y por supuesto gris. A su alrededor todo es triste y amargo. Cuando él pasa todo se nubla, se borran las sonrisas y se marchitan las flores. Se mira en el espejo y solo ve reflejado a un hombre gris con el pelo gris y los ojos de un gris gastado de esperar y esperar. Su gesto delata cansancio y aburrimiento pero sobre todo tristeza. Tristeza porque nunca supo ni sabrá sonreír. Tristeza porque todo es igual siempre y no importa lo que él haga por intentar cambiarlo. Tristeza porque es consciente de que su vida es monocolor y que la única tonalidad que es capaz de distinguir en ella es el gris. Solitaria casa gris en el centro de una ciudad gris frente a una plaza gris con palomas grises que vuelan desorientadas con un cielo gris de fondo.
Y es entonces cuando un día la ve al otro lado de un paso de cebra. Sabe que la ha visto porque algo ha cambiado. Por primera vez en su vida ha visto más de un color. Y no sólo más de uno, sino que todos los colores del mundo irradian de ella. Rojos, anaranjados, violetas, azules, verdes, rosados y amarillos se mezclan sin ton ni son pero en perfecta armonía en un solo punto. El hombre gris palpa su pecho y se asusta. A su alrededor el tiempo pasa lento mientras ella cruza de un lado a otro de la calle. Pero su corazón (dormido hace tiempo por la esperanza perdida) late acelerado ante esta visión que no conoce. Entonces decide seguir a esa luz coloreada. No sabe por qué pero ha decidido que hoy su trabajo gris puede esperar.
Intenta describirla con una palabra, pero es imposible. Es alta y delgada y su pelo negro, liso y corto. El hombre gris ve cómo por donde ella camina comienzan a surgir colores donde antes no los había. Ella camina sin prisas por la acera contemplándolo todo con una sonrisa en la cara. Camina ajena a los sentimientos de un hombre bueno que la sigue. Camina ignorando que le ha cambiado la vida. Y sobre todo camina sin saber que en unos instantes su propia vida va a cambiar…
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