miércoles, 29 de diciembre de 2010

El amor valiente (continuación)



[...] Siempre me ha obsesionado el paso del tiempo. Cuando decidí irme a Edimburgo fue porque me agobiaba pensando que todo lo que hacía era conformarme con el esquema general que sigue la sociedad: estudio, consigo un buen trabajo, tengo hijos y me compro un coche ranchera. Yo no soy de los que se conforman. Necesito que la vida me sorprenda cada día, y por ello decidí irme a la aventura, descubrir qué hay en otros lugares. Desde luego que a mis padres no les gustó la idea, pero nada podían hacer, mas que dejarme marchar y velar así por mi felicidad.

Es curioso, nunca me había planteado el hecho de si era feliz o no hasta ms fatídicos 18 años. En los que tuve que tomar tantas decisiones que supuestamente me harían feliz. Lo que yo me preguntaba era ¿para qué planear ser feliz si puedo serlo ahora? No quería que mi vida se convirtiese en una continua búsqueda de felicidad, de aquella que es completa. De esa en la que se escribe en las novelas, embriagadora, plena. Yo creo que ese tipo de felicidad solo se puede conseguir cuando vas a morir, cuando te das cuenta de si tu vida realmente ha merecido la pena, entonces y solo entonces, podrás sentirte plenamente feliz.

Como he dicho, yo no soy de los que se conforman, soy impaciente. No podía esperar a morir para descubrir la felicidad plena así que decidí ir a buscarla. Si soy sincero, no la encontré. Lo que si encontré fue paz, conseguí conocerme a mí mismo y sobretodo, madurar.


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