Todavía
recuerdo la primera vez que la vi. Llamaba la atención su melena teñida de un
rubio anaranjado, recogido en una trenza. Llevaba unas gafas
desproporcionadamente grandes y me dijeron que se llamaba Marina.
De
hecho, la primera descripción que de ella me hicieron fue “es una tía muy
molona, muy natural”. Lo que no recuerdo son las primeras palabras que nos
dirigimos, no serían importantes.
Después
de eso, sin saber muy bien como, empezamos a congeniar. Nos metimos en el grupo
de teatro y representamos una obra de mimos juntas. La obra era una caca
pinchada en un palo, pero lo pasamos genial en los ensayos. Nos hicimos un poco
más amigas.
Es
verdad que, sin llevar mucho tiempo de amistad, se nos puso a prueba por culpa
de un chico que finalmente resultó no ser tan importante como para aejarnos la
una de la otra. De hecho, hizo nuestro lazo más fuerte.
Después
de eso, tras alguna que otra lagrimita y muchos abrazos, continuamos cultivando
la que hoy por hoy, es la mejor amistad que tengo. No sé si somos almas
gemelas, pero desde luego es lo más cercano que he conocido. Somos muy
diferentes en carácter, pero tenemos gustos muy parecidos (gracias a dios en
hombres discrepamos bastante, lo que nos ahorra muchas peleas).
Pero
es que aquí viene lo fuerte, esta pelirroja de la que os estoy hablando me ha
enseñado a vivir. Cuando la conocí mi vida pasaba sin más. Pero ella me enseñó
las miles de cosas que ofrece el planeta tierra. Gracias a ella decidí ser más
sociable y más curiosa. Empecé a explotar mi vena artística y aunque en el
dibujo no he hecho grandes progresos (porque de donde no hay no se puede
sacar!) he conseguido ver el mundo con otros ojos.
Todos
los viajes que hemos hecho, todas las noches que hemos pasado… cuando me
pregunten por la mejor época de mi vida contestaré “la que viví con Marina a
mis veintitantos”. Porque lo siento, cuando estoy con ella, siento que tenemos el
mundo a nuestros pies.
Las
dos somos igual de inquietas. Producimos 1000 ideas por segundo. Algunas
florecen, otras perecen… pero siempre tenemos una nueva ocurrencia o un nuevo
proyecto que llevar a cabo.
Pero
además de pasármelo como una enana a su lado, también me ha inspirado. Porque
es de esas personas que, literalmente, hacen lo que les da la gana, van como
les da la gana y son ellos mismos, sin importar lo que otros digan. Eso me
inspira, Marina, porque bien tu sabes que a mí una vez me importó mucho lo que
dijesen de mí. Y que hoy aún todavía, cuando me pillan con la guardia baja, me
afectan los comentarios de algún que otro tonto. Pero es que no pasa nada
porque estás ahí para recordarme lo idiotas que son y lo mucho que molo (porque
sí, molo mucho! … y soy muy modesta).
Sé
que es una vergüenza que no hubiese escrito sobre ti hasta ahora en mi blog,
pero es que no es fácil describirte. Eres tantas cosas a la vez que me resulta
complicado centrarme. Eres simpática, sincera, extrovertida, inteligente,
inquieta, un poco loca, aguda, creativa, alegre… ¿ves? Y aún me dejo un montón
de cualidades.
En
definitiva lo que quiero decir es: gracias por existir.
Un
beso de tu amiga que por cierto, te quiere un poquito :).
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