lunes, 23 de marzo de 2009

El amor es una nube...

He llegado a la conclusión de que el amor es una nube. Sí, sí, lo que leéis. Una nube. Os diré por qué.
Cuando te enamoras de alguien creas tu nube. Estás la mayor parte del tiempo sobre ella y apenas prestas atención a lo que hay debajo. La nube sube y sube y cada vez te alejas más del suelo. Vives en un mundo aparte. Sólo puedes mirar hacia el sol. Todo es maravilloso, tu felicidad roza límites insospechados porque hay una persona en tu vida capaz de dibujar una sonrisa en tu cara todos los días. Esa nube sobre la que estás es la que hace que si piensas en esa persona sonrías irremediablemente y que no haya otra cosa en tu pensamiento.
Pero inesperadamente se va haciendo un agujero en la nube, sin que te des cuenta. Cuando reparas en ese detalle estás cayendo desde una gran altura. Después te estampas contra el suelo. La felicidad se ha acabado. Esa persona tan especial te dice adiós sin que a ti se te pasara por la cabeza siquiera la posibilidad de que eso pudiera ocurrir.
No contenta con dejarte caer, la nube baja y se queda ahí, lloviendo sobre ti. Te llena de tristeza, melancolía y desconsuelo. Nada ni nadie puede hacerte reír y vives en la más absoluta desesperanza. Y la nube sigue lloviendo sobre ti.
Pero ocurre un milagro. Tus seres queridos no paran de repetirte que hay miles de peces en el río y que el tiempo lo cura todo. Tú no te lo crees. Pero de repente la nube deja de llover y ya solo te hace sombra. Empiezas a creerles. Además te das cuenta de quiénes son los que te quieren, los que están ahí para lo bueno y para lo malo.
Poco a poco la nube se va alejando y el sol vuelve a salir. Recuperas la sonrisa y te sientes más unida que nunca a los que te quieren. El sol te deslumbra y pones tu mano sobre la frente para ver cómo la nube se pierde en el horizonte. Y así continúas tu vida, como siempre. La nube de otra historia llegará y te subirá de nuevo al cielo…

Aletheia

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