jueves, 5 de marzo de 2009

Gris

Camino sola por la calle. Es de noche en la ciudad. El viento despeina mi cabello y lo mueve a su antojo mientras arrastra a su paso las hojas de un periódico viejo hacia ningún lugar. La calle está oscura, parece muerta por la ausencia de transeúntes. Solamente mi presencia hace que parezca menos vacía. Las farolas parpadean, como queriendo apagarse. Puedo ver a mi lado altos edificios residenciales en los que apenas quedan ya luces encendidas. Una tenue neblina empieza a levantarse añadiendo aún más misterio a la estampa nocturna. No llevo reloj, y tampoco me hace falta. Mi teléfono, mis dudas y mis miedos también se han quedado en casa. Ahora sólo estamos la calle y yo, en una lucha cara a cara para ver quién aguanta más tiempo sin dormir. Pretendo ser valiente. Pretendo hacerme creer que soy valiente. Pero en realidad solo estoy demostrando lo cobarde que soy. Me convenzo a mí misma de que saliendo a la calle a altas horas de la noche a caminar sin rumbo por la ciudad solucionará mis problemas por arte de magia, desvaneciéndolos con un abracadabra y una chistera. Es verdad, así no soluciono mis problemas pero al menos huyo de ellos por un instante. La ciudad, aunque vacía, está viva. Puedo sentir sus latidos. Los gatos merodean entre las esquinas, los vagabundos duermen. Y yo camino despacio con las manos en los bolsillos, mirando al suelo en busca de algo nuevo en calles viejas y de sobra conocidas. Camino rumbo al amanecer esperando asombrarme o sorprenderme. Sólo estamos la calle y yo, en una lucha cara a cara para ver quién aguanta más tiempo sin dormir…
Aletheia

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