domingo, 31 de octubre de 2010

Hoy he leído una frase de una película que decía algo así como que los adultos ya no nos sorprendemos por nada, excepto cuando estamos enamorados. La verdad, no sabía si darle la razón o no. Pero desde luego yo, pensando en mí, no estoy de acuerdo. Será porque soy rara, tal vez infantil o simplemente demasiado pasional, pero yo adoro sorprenderme cada día con todo. A veces me sorprendo a mí misma pensando en lo maravilloso que es que un avión pueda volar, que el agua caliente salga de mi ducha o que una canción sea capaz de hacerme llorar. La gente da las cosas por hecho. Como si todos los días todo fuese lo mismo y siempre hubiese sido así. Yo reivindico la sorpresa, el asombro, la boca abierta llena con una sonrisa. Porque me gusta mirar los árboles cuando voy en el autobús y observar cómo otra vez es primavera, porque me encanta probar sabores nuevos o que alguien me haga pensar con una reflexión o simplemente ir escuchando música por la calle y sonreir como una boba solo por el hecho de sentirme viva, feliz y que no me falte de nada. ¿Acaso no es maravilloso ser feliz? Tengo todo lo que una persona puede desear: una familia que me quiere, unos amigos increíbles que siempre están y estarán ahí (y me encanta saberlo), una casa, una cama caliente, una carrera preciosa con la que podré trabajar, tengo salud... Estoy viva, respiro. A veces me sorprendo pensando todas estas cosas. ¿No es maravilloso?

Aletheia

miércoles, 20 de octubre de 2010

Una sonrisa


Él me dijo que me regalaba su sonrisa. Dudé al principio, pensé que me estaba engañando. Nadie puede regalar una sonrisa y, aunque se pudiese, no la regalarían sin más, habría que ganársela... o al menos eso creo yo. Sin embargo, con total altruismo me ofreció ese segundo de su felicidad, compartirlo conmigo, hacerme feliz a mi también en ese instante, pues no he visto jamás sonrisa tan sincera, sin carcajada, pero llena de sentido. Lo malo es que me he enganchado, necesito de sonrisas para alimentarme. No creo que pudiese sobrevivir en un mundo de caras inexpresivas o tristes. Y como yo, seguramente otros, por eso procuro, al igual que hizo conmigo, regalar mis mejores sonrisas a quienes pueda, para completar así una cadena de alcance mundial, en la que una sonrisa signifique lo mismo para todos, que nos llene a todos por igual. Es sorprendente cómo una simple mueca te puede cambiar, te levanta el ánimo, te da confianza, seguridad y en general un cúmulo de sensaciones agradables que te recorren de arriba abajo como un calambrazo. Ahora es cuando quiero darle las gracias en concreto a una persona por sonreirme cada día a pesar de todo y en general a todos aquellos que sólo con verme ya me sonríen. Es un gesto bobo, algo nimio, pero que encierra un gran sentido. Sé que no soy la primera en hablar sobre las sonrisas... y espero no ser la última.

Un saludo y, como no, una sonrisa :)

Bicicletas

El otro día me picó por ahí y decidí coger la bicicleta y hacer las calles. No sé si por pasar el tiempo, por deporte o simplemente por hacer algo. Ahí estaba yo, robando descaradamente la bicicleta de mi madre y bajando la cuesta de mi casa andando para después subirme y pedalear. Lo reconozco; mi primer pensamiento fue "Dios mío, no recordaba que esto costase tanto". Pedaleé por varias cuestas con sumo esfuerzo (llevaba un mes sin hacer deporte y unos pocos años más sin tocar una bici) pero conseguí llegar a donde me había propuesto al salir de casa. Qué bonito se veía todo desde ahí arriba. Qué recompensa para mi sufrida carrera.
Y entonces llegó el momento de volver. ¡Qué delicia! El sol al frente poniéndose, la brisa fresca en la cara y dejándome llevar por la imperiosa aunque a veces fantástica fuerza de la gravedad. Todo cuesta abajo "viento en popa a toda vela". Y entonces miré hacia atrás, y vi el camino recorrido que dejaba. Me di cuenta de que es como la vida misma. Muchas y horribles cuestas arriba casi imposibles de superar, pedaleando, subiendo poco a poco, aguantando. Pero, ¿y cuando lo consigues? ¿Y cuando llegas? ¿No es maravilloso? Y después la buena racha... Bajando tranquilamente sin preocuparte por nada más que por respirar y disfrutar del paisaje mientras el viento despeina tu pelo. Es genial. Sublime. Siempre habrá cuestas que subir. Pero llegar y bajarlas después es lo que hace que estar aquí merezca la pena. ¿No creéis?

Aletheia

martes, 12 de octubre de 2010

Ahora mismo

Hace poco, empezando un libro, me llamó mucho la atención la frase con la que empezaba: "No importa lo que digan los poetas, no amamos con el corazón, sino con el cerebro". Tal cual. Al principio me sentó mal, porque cuando hablo de amor, pienso en mi corazón. Sin embargo, bien visto... tiene razón. Amamos con el cerebro. ¿Acaso no sentimos todo lo demás con el cerebro? ¿Por qué el amor iba a ser una excepción?
A lo mejor los poetas hacen referencia a que cuando amas, lo sientes en todo tu cuerpo. Esa vibración especial que te sacude por completo y que, por supuesto, te acelera el pulso. Es impredecible, es sensacional. Es incontrolable, como un huracán en tu interior.
Reflexionando sobre el amor, ya de paso, me he dado cuenta de que a pesar de poder tenerlo cerca no sé cómo abrazarlo. En mi vida espero tantas cosas, quiero hacer tantas cosas... no quiero tener que dejarlas por amor, no de momento. No quiere decir que quiera vivir sin amor por el momento, quiere decir que ahora mismo lo más importante en mi vida tengo que ser yo, aunque no quiera, porque todavía me queda un futuro por construir. No quiero ser infeliz para ser feliz. Es complicado pero, tendré que conseguirlo porque es así como veo mi vida. Independencia es lo que busco. Independencia emocional, en la que me preocupe solamente por lo que yo siento y no por lo que hago sentir a los demás. No digo que no sea importante, pero es menos importante. Al fin y al cabo mi vida la vivo yo.
No quiero darme por vencida, ni conformarme. Me merezco alcanzar mis metas, mis sueños. Se muy bien lo que quiero, pero no cómo lo quiero. Sé que no quiero comprometerme, pero no quiero renunciar a algo que forma parte de mí, que me completa en cierta medida. No sé si seré capaz o no de rellenar ese hueco, de completar el rompecabezas.
Llevo tanto tiempo pensando y pensando en qué sería lo mejor, lo más correcto que me he olvidad de pensar en lo que realmente me haría feliz. Sé que no puedo cambiar lo que soy, pero necesito cambiar el dónde estoy, con quién comparto determinados momentos.
Dicen que los cambios son difíciles de afrontar, pero es lo que yo necesito ahora mismo. Una brisa de aire fresco, que me espabile de una vez. Que me despierte de este letargo que me acompaña. Una gota de inquietud para completar la receta de mi felicidad.